Notas
1.- La simbiosis entre el
éxito social y dinerario, el neoliberalismo más desbocado y la petulancia de la
clase dominante ha acumulado en los últimos años una serie de “aportaciones” que cabe la pena reseñar por sus efectos “beneficiosos” en el espacio educativo
y social.
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3.- A todas luces, se trata de
dar por buena la desigualdad. Se dice y
se escribe con frecuencias que los desiguales no han podido o no han querido
aprovechar sus oportunidades. Y, además, el éxito no puede ser un bien
participado: si así fuera, no sería tal, no sería un rasgo distintivo.
4.- El fracaso, como
consecuencia inevitable se acepta, sin más, y se endosa, sin escrúpulos, a los
fracasados.
5.- El fracaso y la
marginación incluyen una educación precaria y un servicio sanitario igualmente
empobrecido. La oligarquía no necesita tales bienes comunes, porque su propia
estructura está reñida con la idea de comunidad y sus recursos les permiten
generar su propia red.
6.- La oligarquía dominante,
perro de presa insaciable en la sociedad global, necesita, y lo tiene, un
acceso restringido a las vías del éxito,
exclusivas para las élites.
7.- Los privilegios no son tales: son el resultado lógico del éxito amparado por una estructura propicia para ello.