PALABRAS PARA AGUSTÍN
Nos hemos acostumbrado a
tus manifestaciones breves, pero asertivas; incluso a tus impertinencias.
Siempre tienen detrás reflexiones largas y profundas, nunca interrumpidas,
sobre el mundo que nos toca vivir y en el que tenemos que repensar la
educación.
No me atrevo a decir que
a todos, pero a bastantes de los que estamos aquí, sí nos has enseñado que la
educación es una necesidad vital de cada uno de los niños desiguales que nace
en la Tierra. Necesidad, y derecho también; hace posible otros derechos, pero requiere
condiciones previas. Como tú nos has dicho tantas veces, tendremos que
ocuparnos de la pobreza primero, y de la educación después. Porque hacen falta
unos mínimos sociales que no pueden separarse de los mínimos morales.
Desde Aristóteles, sabemos
que hay que cuidar la casa y la ciudad. Pero necesitamos que nos lo recuerdes;
que nos recuerdes que no podemos olvidar que la educación como bien común es
una necesidad de la humanidad toda; un bien equitativo que nos lleva más allá
de nuestra individualidad hasta llegar al otro. Decía Aristóteles que, si la
naturaleza nos dio la palabra y el lenguaje, fue para permitirnos dialogar y
hacer valoraciones morales; como los pájaros tienen alas para volar, nosotros
tenemos la capacidad de diálogo para vivir en comunidad.
Lamentablemente, la
educación está secuestrada por los mercaderes. Hay demasiados intereses para eliminar
el profundo sentido ético y liberador de la educación de los desiguales; hay
demasiados intereses para que la educación, como la poesía, siga siendo el lujo
cultural de los neutrales; para que nos conformemos con una ética de mínimos y
con la propia supervivencia en una sociedad líquida.
No va a ser fácil liberar
a la educación de su secuestro; por eso, te necesitamos. Porque, como dice
Victoria Camps, las leyes no van a cambiar la educación; si algo puede
cambiarla, es la fe de los educadores. No la fe ciega y acrítica que demandan
los dioses y los ídolos, sino una fe impregnada de sensibilidad y compasión; de
responsabilidad y conciencia de la relevancia social de nuestra profesión. Por
eso no podemos renunciar a la aportación de un hombre de fe, como tú. Porque para
educar la casa y la ciudad necesitamos fe en la construcción del diálogo;
tendremos que tener fe en lo que la humanidad significa en la historia; solo
así podremos fortalecer una razón maltratada por los poderosos que ahora tienen
su herramienta más potente en las nuevas tecnologías y la inteligencia
artificial.
Estás moralmente obligado
a recordarnos que tenemos que ocuparnos menos de la excelencia y más de las
decisiones comunitarias tomadas entre todos. Porque todas las tesis doctorales
que sobre Aristóteles han escrito las élites cognitivas no nos han llevado a
cuidar mejor la casa y la ciudad y, consecuentemente, no pueden ser un buen
criterio para medir el mitificado nivel de la educación. Porque va siendo hora
de apostar por una educación para el ejercicio de la ciudadanía plena de todas
y todos los desiguales como el mejor criterio para medir nuestro nivel
educativo.
Por eso tienes que seguir
participando en este fórum que yo me permito la licencia de considerar un fórum
de educadores. Tienes que seguir enviándonos tanta información relevante. Y
también tienes que escribir. Porque no podemos permitir que los medios de
comunicación amarillos y los políticos mediocres desplacen al debate y al
diálogo auténticos. La tarea no va a ser fácil, y nadie podría afrontarla solo;
tendremos que afrontarla juntos, y te necesitamos. Por eso, esto no es una
despedida; es un “hasta pronto”, que tenemos mucho de qué hablar, tenemos mucho
que compartir, tenemos que ocuparnos de todas las cosas que nos preocupan.
Contigo. Juntos.
Marta Aja
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