Tutorías (o no abandonemos la secundaria)
Octavio Medina publicó el pasado 3 de Mayo en el portal politikon.es el siguiente artículo que nos ha parecido de interés.
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En los últimos años ha habido un aumento
del interés en las políticas educativas de primera infancia (o ECD,
early childhood development). Uno de los motivos principales es la evidencia
que sugiere que hay mayor probabilidad de tener un impacto positivo sobre
los resultados de los niños si se interviene antes, un tema en el que ha insistido mucho James
Heckman. Esto a priori está bastante justificado. Sabemos que para cuando los
niños empiezan el preescolar, la brecha entre ricos y pobres ya existe, y se va
agrandando año a año. Por otra parte está el problema de que el número de
intervenciones sobre estudiantes de primaria –y especialmente de secundaria–
que ha tenido éxito es mucho más reducido. Como apuntan Cook et al en un estudio reciente,
en el What Works Clearinghouse (una
especie de base de datos que categoriza programas y políticas por su nivel
de efectividad, lo cual es una idea estupenda), de los 19 programas de
reducción de abandono escolar en secundaria analizados, solo dos reciben la
mejor nota.
Sin embargo recientemente han
empezado a aparecer unos cuantos “peros”. Uno de los más significativos es el
caso de las tutorías. El problema de las tutorías siempre ha sido el mismo que
el de las clases pequeñas. A pesar de que hay evidencia de que las clases
más pequeñas tienen mejores resultados (ver por ejemplo, el clásico de
Angrist y Lavy sobre la regla de Maimónides) y de que las sesiones individuales
también pueden funcionar bien (un estudio de
Banerjee et al en India dio resultados bastante prometedores), reducir el
número de alumnos por profesor suele tener un coste muy alto. Llegado
cierto punto, a menudo no es costo-efectivo reducir el número de alumnos
(comparado con otras intervenciones) dados los efectos observados. Con las
tutorías la crítica era similar.
Sin embargo, una intervención reciente
en escuelas de Chicago (organizada, por cierto, por el gran Roland Fryer) parece poner esto en duda. Las
primeras sesiones se hicieron en el curso 2013/2014 en las escuelas
públicas de Chicago. El programa se enfocó en el grupo demográfico de más
riesgo en términos de abandono escolar: adolescentes varones, de bajos ingresos
y minorías. El 95% de los chicos eran afroamericanos o hispanos, y más del 90%
eran elegibles para comida gratis o a precio reducido en el comedor (uno de los
principales indicadores que se suelen usar para medir nivel socioeconómico).
El programa consistía en sesiones
diarias de 55 minutos con los chicos. Cada tutor tenía asignados dos
estudiantes, y la idea era que la mitad de la clase se dedicara a trabajar en
los puntos flacos de cada estudiante, y la otra mitad a lo que habían dado
ese día durante las clases normales. Los tutores frecuentemente usaban trabajos
formativos para dar a los chicos atención individualizada y evaluar en
qué estaban progresando y en qué necesitaban refuerzo.
Las tutorías dieron muy buen resultado.
En matemáticas (que era el objeto principal del programa), los resultados
de los alumnos aumentaron entre 0.19 y 0.31 desviaciones estándar en el
examen estandarizado que les tocaba a final de curso (el ACT PLAN y EXPLORE).
Cabe la pregunta de si esto se debe a lo que los estadounidenses llaman teaching to the test, un
fenómeno en que los profesores se enfocan sólo en el material que va a ser
evaluado en las pruebas estandarizadas. En este caso no fue así. Lo sabemos
porque los investigadores también utilizaron otros indicadores para medir el
efecto del programa, como las propias notas de la escuela y la tasa de
suspensos. Las notas de los alumnos al final del año mejoraron en 0.45
desviaciones estándar (!!!), y la fracción de suspensos cayó a la mitad (más
!!).
Por si fuera poco, el programa resultó
más costo-efectivo que otras intervenciones, incluyendo muchas de educación
temprana.
¿Por qué el bajo coste? La clave es el
modelo, diseñado por una ONG llamada Match Tutoring. El modelo
consiste en asumir que las habilidades y formación
necesarias para ser maestro son muy diferentes de las que necesitaba
un tutor. Al tratarse de sesiones con uno o dos alumnos, cosas como el
individualizar la atención, el proporcionar feedback o el controlar lo que
hacía cada estudiante son mucho más sencillas. En otras palabras, ser tutor es
más fácil que ser maestro. Es una conclusión poco sorprendente pero aun
así relevante, porque significa que el conjunto de personas que puede
hacerlo es mucho mayor –lo opuesto suele ser un problema a la hora de reclutar
maestros–, y el coste mucho más bajo. De hecho, Match se
concentra en gente con buenos conocimientos de matemáticas, que
acaba de salir de la universidad y quiere dedicarse un tiempo a
trabajos de servicio público o voluntariado. Eso le permite hacer un programa
intensivo de tutorías con muchas horas por estudiante, pero a la vez mantener
los costes bajo control porque el salario de un graduado universitario de
veintipocos años es mucho menor que el de un profesor con décadas de
experiencia.
Aunque aún queda mucho por investigar,
este estudio plantea algunas respuestas y muchas preguntas. Primero, sugiere
que es posible crear programas de tutorías a gran escala (esta intervención
afectó a más de 2700 estudiantes) controlando costes siempre que se separe el
rol de maestro y el de tutor para abrir este último a gente motivada pero con
menos experiencia. Pero también nos supone la pregunta de por qué han
fracasado el resto de intervenciones en secundaria. Quizá se deba al mismatch entre
lo que los estudiantes necesitan y lo que las clases tradicionales aportan.
Como dicen los autores, cada año que pasa aumenta la brecha entre los
estudiantes a los que les va bien y los rezagados. Por lo tanto es muy difícil
que un modelo de talla única sin mecanismos de refuerzo funcione.
En cualquier caso la principal
conclusión del estudio es que no hay que renunciar a los programas para
adolescentes, sino seguir probando. Como diría Mark Twain, los rumores que
apuntaban a la muerte de las intervenciones en secundaria se han exagerado.
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